22 oct 2016

DE CORRIDAS (DE TOROS), TALLAS ÚNICAS Y APRETURAS VAGINALES.


En la jaula de grillos sectarios del dogma políticamente correcto hay ocasiones en que se riza el rizo de lo absurdo para entrar de lleno en el surrealismo.
Resulta que el otro día en Madrid, una rehala de feministas asaltó violentamente una tienda de ropa para protestar contra la talla treinta y ocho. El motivo, glosado en los alegres pareados a los que tan aficionada es la intelectualidad progresista era que dicha talla les aprieta el chocho. Personalmente, siempre he estado a favor de la comodidad chochera y me parece muy bien que las féminas reivindiquen como un derecho fundamental la amplitud indumentaria  de la entrepierna.
Lo que ocurre es que dicha reivindicación sólo tendría sentido si alguna ley prohibiera que en las tiendas de ropa españolas se vendiera cualquier talla que no fuera la treinta y ocho, condenando así a la estrechez a las señoras que usasen tallas mayores y al desaliño payasesco a las que, por flacas, usasen tallas más pequeñas. En ese caso, sería entendible que los distintos colectivos, cuadrillas y gusaneras feministas alborotasen con huelgas de bragas caídas o de tetas pintadas como suelen.
Pero no es éste el caso. Y es que a nuestra progresía lo que le mola es prohibir cosas. Si soy tan foca que no quepo en una determinada talla, que prohíban dicha talla. Y así en todo.
Con la Fiesta de los Toros pasa igual.  
Separatistas y antitaurinos están que trinan con la anulación de la prohibición de las corridas en Cataluña.
Aunque por distintas razones:
Los separatistas, a los que los toros les importan en el fondo una mierda, están rabiosos por el hecho de que un espectáculo tan estrechamente vinculado a lo español pueda volver a celebrarse en la región que pretenden escindir. La prueba de que el sufrimiento animal  se la trae al pairo a la chusma separatista es que, en su afán inquisitorial antitaurino, no se les ocurre prohibir otros festejos como los "bous al carrer" o los toros embolados o enmaromados. Y eso que en estos casos el animal está expuesto a abusos y maltratos indiscriminados a diferencia de la estricta reglamentación que rige las corridas. Hay alguno de estos festejos en que arrojan a un toro al mar. Pero, claro, a diferencia de la Tauromaquia, no se trata de una Fiesta española sino de tradiciones del aldeanismo garrulo y separatista. A estos cabrones las corridas les seguirían pareciendo mal aunque consistiesen en masajes y felaciones a los astados. Les molestan por españolas y punto.
Los antitaurinos no separatistas también están jodidos por la vuelta de los toros a Cataluña. Aunque hay mucho memo entre sus filas, también hay gente de buena voluntad que cree sinceramente que el toro sufre y tal y, quizá en un exceso de sensiblería, aboga por la prohibición.
 Pero, en el fondo, están utilizando el mismo argumento que las feministas gordas y sicópatas que asaltan el Primark. Como yo no soy capaz de entender la Fiesta y no comprendo este rito ancestral, que la prohíban. Porque lo digo yo, que soy más listo, más sensible y más tolerante que tú. Y te jodes.

J.L. Antonaya  

PASANDO...